A tiempo

Querido 2022. Tarde te escribo estas líneas, tú me lo dijiste, me advertiste que todos tenemos nuestro momento y que el tuyo sería cosa relacionada con mi propio devenir. Que yo debutaría puntualmente a tu partida porque de no ser así, yo no podría entrar al ruedo, ya huérfano y sin posibilidad de pedirte auxilio.

Qué sabio es el tiempo que va sin prisa pero sin pausa. Su problema no es la puntualidad, es más, no necesita reloj, puesto que sus protagonistas son los que lo requieren.

Me dijiste en tus últimos días, insistentemente, que no mirara los míos, que incluso no pensara en mi fin inevitable y certero. Que me sintiera joven y nuevo sin desapegarme del abrazo, de ese cuando nací en año nuevo. Que apagara el tic tac de los calculadores artefactos que monitorean mis pasos y que fabricara mi propio presente.

Luego ocurre que me fui de vacaciones y que sin que lo tomes a mal, he intentado pensar el futuro sin ti, pero ocurre que me dejaste remembranzas instaladas que nadie amnistiará. Te quedaste en mi espacio. No era como yo pensaba, que todo implicara comenzar de nuevo. Por donde piense intentos, te encuentro con tus promesas instaladas en el imaginario de los seres vivos y me doy cuenta que vengo después de ti y que se asoma ya evidente y claro, un 2024 que buscará más temprano que tarde, destronarme.

¿Cómo lo hiciste para ordenar tus sueños? ¿Tenías planes? Me refiero por cierto más que a tu torrente, a quienes en ti existieron. ¿Ellos habrán tenido conciencia de su levedad?

No te pregunto estas cosas por aburrimiento o mera ignorancia, sino más bien porque quisiera entender si es factible que me tome mi reinado en serio, o si ocurre que simplemente soy un abstracto e imaginario concepto, que sólo le urge a los seres condenados a morir. Entiendo que nada es para siempre, pero he escuchado y me he entusiasmado con las ideas de la vida eterna, esa en la que no tiene cabida el tiempo. Lo que me atormenta es que entonces yo no sería.

Bueno, mi pregunta más de fondo tiene que ver con tu experiencia. ¿Qué me aconsejas? ¿Qué título le pondrías a tu reinado, ese que yo sucedí?

Muchas personas dicen que actualmente el largo plazo, son quince días. Que todo ha cambiado. Que se han desarmado las referencias y los significados más primarios de sus existencias y que el futuro se muestra como un ignorante que no sabe nada de la historia presente y menos de la futura.

Quiero dejar huella. Me he preguntado sobre la posibilidad de un par de ideas fuerza, que pudieran ser los pilares de mi reinado. No sé, algo como la conquista del universo, o la medicina de la inmortalidad. ¿Hacia dónde ir? Algo me he instruido acerca del metaverso y no logro entender por qué razón concita tantos adherentes. El calentamiento global me parece interesante pero viene de tanto tiempo y ahora más parece vestirse como una moda de ignorancias dormidas.

Por otra parte, nunca me pregunté por mi vocación de padre, pero el 2024 ya ha puesto un pie en el presente, arrogándose desde temprano ser el heredero del tiempo, es decir de mi realidad frágil como una levísima brisa.

Mi problema de fondo es que existo en todas las empresas. Estoy en todas las noticias y me otorgan el carácter de nuevo, pero dicen, que como van los tiempos, soy asunto ya jugado, pequeño latido cósmico de millones de existencias que no alcanzarán en las dimensiones del universo, a ser ni siquiera un cometa verde.

Aquí, te escribo desde el territorio de nuestro querido Chile y de su singularidad. Intento darte trazos de su arrebato, de cuando se puso adolescente y de cómo veo en su irreverencia una desconexión total con su alma creada y viva.

Segundos deshojándose, así me veo y me siento etéreo más que presente. ¿Me regalarías algún pensamiento que pudiera convertir en propósito? ¿Crees que podría dar fruto y hacer historia? ¿Qué me susurras? No te escucho.

Es que quisiera construir el futuro y llenarlo de anhelos pero yo sólo soy el tiempo. ¿Me entiendes? Y siento mis días despilfarrados entre las millones de almas desterradas de sus reinos que el Hacedor pensó para ellas, desde el principio.

Y tú me dices que rece para que ellos aprovechen el día y yo te escucho mientras mis hojas caen sin propósito. Y lo hago desde cuando era la palabra o de cuando esta pluma le escuchó a su madre, decir que el universo era un habitáculo de lodo y la palabra, ahora.

 

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