Acerca de la libertad

Septiembre ya se despide, con sus volantines colgados de sus ráfagas de viento, y sus banderas flameando en lo alto de sus mástiles o haciendo presencia desde las ventanas de sus casas, en ciudades y pueblos. Quisiéramos este 2021 que sus símbolos fueran esperanzadores “rescatistas” de nuestra esencia.

Según lo define la RAE, patria es la “tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos”.

“Chile, fértil provincia y señalada en la región antártica famosa, de remotas naciones respetada, por fuerte, principal y poderosa…..”

Desde el testimonio temprano de Alonso de Ercilla y Zúñiga la Patria fue figurándose hasta esculpirse en su bandera que hoy luce por condecoración su estrella. Septiembre nos deja un sueño de país hecho realidad hace ya 211 años, capaz de convocar a las generaciones nacientes y a las que van en retirada, a su futuro y su origen, a sus esperanzas y mortajas.

Qué paradojal que todos los países nazcan conquistando su independencia. Pareciera ser que el parto de la patria es su libertad. Sorprende que no obstante, ella se base en una serie de acuerdos, traducidos en la práctica en deberes y hasta en privaciones. La libertad tiene ese contrasentido que supone acuerdos de bien común dados a cambio de un destino más alto. “Si quieres ir rápido, camina solo. Si quieres llegar lejos, camina acompañado”. Chile surge de esa idea de premio por la libertad que movió a nuestros antepasados y a los innumerables inmigrantes que dejaron tierras y esperanzas para quemar sus naves aquí, en el sur del mundo.

La libertad obliga. Supone un amor disciplinado y férreo al punto de disponerse a dar la vida en caso extremo, para que su llama no se apague. La libertad es el arado que cultiva las semillas del mérito. En la dimensión de país, es el bien que cobra civilidad y que obliga en virtud mucho más que sangre, amor por eso que llamamos patria.

En las organizaciones intermedias también sucede algo parecido. Las empresas son ideas de emprendimiento que se fundaron un día con el ánimo de conquistar un espacio aun no descubierto. Formando parte de las sociedades a las que se deben, nacen con una marca y un propósito que les restringe su iniciativa a cambio de hacerse de una oportunidad. Emprender es quemar naves y salir mar adentro en ruta a nuevas aguas que exigen tenacidad sin desmayo.

¿No ocurre finalmente lo mismo con las familias, fundadas en base a la voluntad de dos personas que se aman y que es tanto así, que se ofrecen y se privan cada una a la otra para jugarse por un proyecto de vida compartida?

Chile, con sus sociedades intermedias y sus familias es una suerte de compromiso y de responsabilidad de todos quienes para gozar de esta tierra, se obligan a lo que el amor les pide.

Es cierto que “cambia, todo cambia”, pero la esencia permanece. Un país más justo y solidario es imposible que resulte de uno menos responsable y comprometido. No es factible que surja de uno en el que existan derechos sin obligaciones. Así también en las empresas, el éxito sostenido es imposible que se afiance si no respiramos un propósito.

Acerca de la libertad, no será el país justo el que impacte las vidas de sus individuos, sino sus hijos los capaces de darle a su patria tan alta fama de justicia, bien común, respeto y esperanza.

Acerca de la libertad, para sentirnos seguros, para creer en el buen gobierno y en la justicia, para confiar en la palabra empeñada y en el esfuerzo, acerca de ese beneficio originario y custodio de bien tratan nuestras esperanzas puestas en Chile.

Aún más provocativo septiembre, no se nos olvide que por estos días la Patria le ha rezado a su Virgen del Carmen. Que la oración le da sentido a todos los aspectos de la vida, tanto que ésta se nos descubre infinita. Volviendo sobre la libertad, se me viene a la memoria esa afirmación del Nazareno, provocativo y siempre nueva: “la Verdad os hará libres”.

 

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