Cambio generacional
“Si pretendemos el triunfo en la gran contienda ideológica de ésta época, es preciso, sobre todo, que nos percatemos exactamente de cuál es nuestro credo” (Friedrich A. von Hayek).
Tengo veinticinco años y mientras escribo estas líneas pienso con aflicción en la dirección que está tomando el mundo en que me toca vivir, pero también y particularmente, la de nuestro querido Chile. Ni los avances ni los cambios son capaces por sí mismos de develar un camino claro, en el cual podamos vernos a nosotros mismos en veinte, treinta o cincuenta años más. Al contrario, pareciera que por cada ladrillo que agregamos a nuestro desarrollo, restamos uno en aquella construcción de ideas que nos hizo llegar hasta acá, como si se desmembrara la planta de su semilla.
Tengo claro que el futuro no es una mera extensión del pasado, pero por suerte no estamos partiendo de cero. Como la “generación dorada”, me pregunto cuánto conocemos de ese pasado que estamos heredando, mientras me doy cuenta que lo que creía un dato, se encuentra hoy en entredicho: todo se puede caer como castillo de naipes.
Me pregunto también por el futuro a partir de este presente y en cómo vendrá la mano en mi generación. Sobrepasados de recursos pero con borrosas nociones acerca de nuestros sueños. Con una página en blanco y un tiempo que pareciera detenido, me aflijo por nuestra ausencia de un ideal propio.
Por otra parte, al tiempo que veo cómo se comienza a exhibir mi generación, veo también cómo se va configurando un tejido de sociedad a partir de una contienda ideológica que se subyace en el odio por sobre la razón. En efecto, combinación de un presente hostil con un futuro completamente en jaque.
¿Qué presagio hacer entonces, a partir de lo que somos hoy y del presente que vivimos, de lo que lograremos sacar en limpio al cabo de un par de años? Nuestra impronta tecnológica nos sitúa como una generación que sin duda cambiará el mundo, aunque no sabemos si necesariamente para bien. Los acontecimientos que han modificado el curso de nuestra historia –podemos verlo en la revolución industrial- no sólo se han bastado de avances elementalmente técnicos, sino que han comprometido consigo un propósito de indudable progreso.
Los cambios generacionales, en efecto, implican la responsabilidad de recibir un legado y reafirmar sus pilares fundamentales, aquellas banderas por las que siempre valdrá la pena luchar. En este sentido, me atrevo a decir que pertenezco a una generación pendiente de precisar sus banderas, su credo y su propósito.
Bajo este contexto, urge que quienes conformamos la generación del mañana nos auto interpelemos y reflexionemos sobre el imaginario de sociedad en que creemos y que queremos construir – y en lo pertinente reconstruir-. Debemos darnos cuenta que el futuro sigue siendo una hoja en blanco, y por ende la concepción de sociedad tal cual como la conocemos hoy, con sus innegables avances, no está garantizada en lo absoluto. Aquellos principios de libertad individual, bien común, oportunidades, respeto y justicia que tanto ha costado construir requieren de revalidaciones y férreas defensas. El odio, la intolerancia y la censura siempre aparecerán ante una convivencia débil en ideales y cautiva de una vida sin propósito.
En todos los frentes y particularmente en el mundo de la empresa se echa de menos nuestro afán de rigor y de sacrificio. Y resulta que representamos poco más del 15,3% de la fuerza laboral y algo semejante del padrón electoral de nuestro país; sin duda tenemos una gran responsabilidad. Cuesta dar el ejemplo, cuesta respetar para construir confianzas, cuesta partir un largo camino hoy. Sólo en nosotros está la posibilidad de definirnos como generación, definir nuestro “para qué”, aquello que realmente nos mueve en la vida. Ojalá que en esta definición nos entusiasmemos a ir tomando con humildad la posta de un cambio generacional verdadero y genuino, y reconfigurar así el imaginario y los sueños de un país libre, justo y honesto.
Sergio Germain Ronco
Ingeniero de Estudios