El salar egoísta
Recientemente la prensa anunció la fusión de La Polar – Abcdin. “La Fiscalía Nacional Económica visa sin condiciones la operación” – se leía en la portada de El Mercurio.
Paradojalmente, la noticia resultó opacada por el notición del día anterior, referido al acuerdo vinculante logrado (en un tiempo record de ocho meses) entre Codelco y SQM, para la creación de una empresa público-privada destinada a la explotación del litio. Independientemente de los pactos y vetos suscritos entre las partes, el acuerdo establece que Codelco será el accionista controlador.
Este suceso de término de año, transgrede los límites que durante los últimos treinta y cinco años resguardaron nuestra institucionalidad público – privada, fomentando los anhelos y el progreso de nuestro país.
En esta oportunidad, el Estado no refrescó la práctica desarrollada años atrás y de un tiempo a la fecha adormecida, de llamar a licitación para la explotación de concesiones, sino que se puso en el puesto de emprendedor. Se convirtió en un Estado empresario que resolvió sin transparencia alguna, un acuerdo que jamás se le permitiría con tal rapidez a un par de privados.
¿Habrá sido ese el mejor camino para explotar en concesión el litio de todos los chilenos? La sola duda abre un flanco de precedentes insospechados. Porque no se trata de la fusión entre dos grandes actores del mundo de la empresa, sino de la alianza entre un Estado empresario y un experto operador privado.
No se consideraron por de pronto los efectos colaterales de la medida. ¿Qué opinión nos formaríamos si mañana el SII oficializara una alianza público privada con una empresa de auditores? Suena absurdo. Cómo no, si el Estado es por esencia un ente fiscalizador y ejecutor de las iniciativas propias del bien común. Atiende por mandato las falencias de los más desposeídos, se encarga de garantizar la educación y la salud; de honrar la dignidad de los más pobres, batallando con celo contra las listas de espera de quienes no pueden esperar. Mantiene el orden comunitario, la seguridad, posibilita el transporte, el desarrollo de la infraestructura pública y cuidado de las áreas verdes, la expansión urbana, el acceso a la justicia, los servicios asistenciales y tanto más.
Al Estado le compete por ende fomentar mediante políticas públicas acertadas, el emprendimiento y la iniciativa privada, el empleo y el progreso, arbitrar, fiscalizar, inhibir los conflictos de interés y administrar con celo el tesoro de la hacienda pública. ¿Cómo manejará esta empresa su independencia ante los innumerables actos y contratos que le corresponderá abordar? ¿Cómo calificarán terceros el riesgo de crédito o sus cumplimientos normativos? ¿Qué pasará con su relación ante los organismos reguladores? ¿Por cuáles estatutos y leyes se regirán sus trabajadores?
Más importante todavía, es qué pasará si en base a este precedente, mañana TVN forma empresa con un canal de televisión privado y se instala como su accionista controlador. O si esa iniciativa se arrastra a la agroindustria o al sector financiero o al que se nos imagine.
¿Cómo se fiscalizará el fiscalizador? ¿Cómo rendirá cuentas de sus requerimientos financieros de endeudamiento o capitalización?
De Estado subsidiario, sometido al Derecho Público, vamos migrando a uno emprendedor, pero en alguna medida, ajeno a los riesgos y a las pérdidas que se cubrirían llegado el caso, seguramente, con fondos provenientes de impuestos. Téngase presente que para Codelco las pérdidas son en la práctica, déficits.
A diferencia del proyecto del tren bala de Santiago a Valparaíso, más temeraria ha resultado esta iniciativa, que logró un pacto con un actor operante, no teórico, que no tuvo competencia y que ha puesto un signo de interrogación gigantesco hacia el futuro, en la complementariedad debida entre las gestiones pública y privada.
Lo más grave, es que un silencio imposible de desoír, se ha advertido en el mismo ámbito empresarial y sobre todo en sus organizaciones gremiales.
El mismo salar de las tierras nortinas que revivieron indirectamente su protagonismo silencioso hace ya cuatro años, cuando vieron ultrajar la tumba del soldado desconocido y bajar a su General Baquedano del podio de los viejos estandartes, sopla vientos silentes de pampa nortina, desapercibidos, que no obstante es factible que arrasen de un plumazo con nuestros débiles progresos.
Se viene el 2024 con tareas arduas. El año que se nos va de la mano de diciembre, nos deja un legado cargado de preguntas, con un Estado garante de derechos que ha salido a comprar la gallinita de los huevos de oro. Quieran las almas ancestrales de nuestro querido Chile, que la gallinita a la sazón, no se nos ponga clueca.
Panel Consultores