Encrucijada

En la era de los sorprendentes unicornios y del “ahora es cuando”, el futuro lo observamos como un meteorito que se nos viene sin aviso y mirando con irreverencia nuestro presente. En positivo, los expertos dicen que ya está aquí, que trae infinitas oportunidades, pero que por su impacto aun los oídos no lo escuchan claro ni lo ven con nitidez los ojos encandilados.

Observar, reflexionar, decidir, actuar. Ese proceso lógico de discernimiento viene ocurriendo de manera bastante generalizada, al revés, activado por la iniciativa del actuar que se adelanta a las decisiones, las que luego se van ajustando de acuerdo a las circunstancias.

Ahí por ejemplo, ha quedado convertida en momia la violencia de un estallido y de ese hecho, nos saltamos a una asamblea constituyente con su inimaginable puesta en escena.

La vorágine obliga y sorpresa tras sorpresa el “actuar” se toma completamente la realidad. Siempre lo ha hecho, pero nunca fue tan de sopetón o con tanto predominio de los frutos deseados por sobre sus raíces enterradas.

“Exige el país que tú sueñas” es un eslogan televisivo que por estos días se contrapone a la frase de Mahatma Gandhi, quien le decía a su pueblo: “nosotros tenemos que ser el cambio que queremos ver en el mundo”.

¿Quo Vadis Chile? La humanidad digital que habita más de cinco horas diarias en las redes y que incluso desde el Vaticano invita a rezar con su propia app., ofrece expectativas y esperanzas, en una tierra abundante en oportunidades pero sin ideas suficientemente observadas y reflexionadas. Sin tiempo. Sin tiempo. Sin una pequeña reserva de tiempo.

En las empresas se observa en términos generales lo mismo. Metodologías ágiles de gran utilidad van ayudando a acelerar las búsquedas de un nuevo EBITDA y todo va muy bien, pero nuevamente resuena en muchos casos la pregunta intuida con añoranza: ¿Quo Vadis?

Buena pregunta para una época líquida.

Esta colisión disruptiva entre los aires refundacionales y los caminos andados, provoca desplazamientos de carga en todas las direcciones imaginables. El poder legislativo transgrede los ámbitos propios del ejecutivo, los jueces le sacan la venda a la justicia para arrogarse ser ella misma en vez de aplicarla, las empresas intentan encontrar su responsabilidad social empresarial fuera de sí mismas y con riesgo de extraviarse y los jóvenes quieren dirigir el mundo y el Estado emprender y los empresarios gobernar.

Y son más los feriados y menos los desvelos deseados y de vuelta a casa, en el merecido descanso, la convivencia no se adapta con sus pantallas activas a una calma anónima que nada tiene que ver con el silencio. Y en paralelo, en el imaginario de la patria, la amortajada prendida en fuego en la oquedad del soldado desconocido, llora.

Un amigo Consultor me dijo en una oportunidad que los norteamericanos no creían en el largo plazo. Me sorprendió puesto que los reconozco feligreses de la planificación estratégica y de cuanto control existe. Pero me aclaró: “Ellos hacen el corto plazo, con visión de largo plazo”. ¡Qué maravilla! El largo plazo comienza hoy. Urge que observar, reflexionar, decidir y actuar, sean espacios rodantes y permanentes, que bien dosificados en su destino de tiempo nos permitan mirar con perspectiva humana y más prudencia nuestras decisiones.

Los verdaderos líderes son justamente esas personas capaces de traer un futuro renovador al presente, pero que también saben reconocer lo que no debiera cambiar, sino por el contrario, fortalecerse ofreciendo sostenibilidad. En las empresas por cierto, esa es tarea principal de los Directorios.

Hoy, en la encrucijada en la que nos encontramos, elegir el problema correcto y transformarlo en oportunidad sería todo un progreso. No refundando el universo, sino avanzando al siguiente mejor paso. Que el próximo presidente sea entonces el de mejor balance entre discernimiento y acción y el más facultado para entregar en cuatro años más, un país más anhelante, menos frustrado, más sostenible y mejor.

Que las empresas, equivalentemente, encuentren en el ejercicio de sus propias actuaciones su responsabilidad social empresarial. Que la felicidad en el trabajo no se divorcie del alto desempeño y que el esfuerzo genere resultados compartidos y esperanzas, para construir el futuro que necesitamos hoy.

 

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