Esperanza Firme
Por fin llegó la vacuna. Desde el mismo instante de declaración de pandemia, las iniciativas para encontrar la cura se multiplicaron en todo el mundo. La aparición del Covid-19 irrumpió afectando el curso de las aguas en el caudal permanente de necesidades que empujan el desarrollo de la ciencia.
Este virus no muy letal pero extremadamente contagioso, puso en jaque la capacidad de atención hospitalaria, con los consecuentes estragos en las atenciones de urgencia. Cómo no reconocer ahora un año 2021 que se nos presenta más optimista. Qué distinto resulta pensar en el desafío de la vacunación masiva, versus el pánico frente a una tempestad que no amaina.
Ya se advierten a su vez impensados efectos colaterales, sobre una idea de globalidad que se adelantó en décadas. Impacto en la enseñanza y en el aula, en el trabajo y en la empresa, en la transparencia y en las comunicaciones, en la política y en el liderazgo, en la sociedad y en la familia, en la verdad y en la moral, en el bien común y en la persona humana.
Lo espectacular, mirado por supuesto en perspectiva, es que la vacuna del Covid-19 bien pudiera dejarnos una enseñanza sorprendente en este comienzo de un nuevo milenio. Una vacuna es en su expresión más simplificada, un “invento” que consiste en inocular el agente patógeno inactivado en el paciente, permitiendo que éste pueda desarrollar anticuerpos, logrando así un alto grado de inmunidad respecto del virus. Es un “ensayo” que permite que el organismo entrene para ganar después en el ataque real.
¿Y no se trata de eso la vida?
La vacuna es un método de enseñanza que le sirve al cuerpo para que éste aprenda. Así, la vacuna representa en destreza, algo semejante a lo que observamos con implicancias mucho más vastas por supuesto, en la institución de la familia. ¿No es acaso ésta la expresión más íntima de comunidad, en la que aprendemos a convivir para luego ser capaces de desenvolvernos asertivamente en nuestra vida adulta? ¿No es acaso la familia nuestra posibilidad amortiguada que nos enseña a recibir y dar?
¿Qué decir en semejante perspectiva de la empresa? Siempre con gente en formación, otras en el alto desempeño y las más recorridas devolviendo su mayor experiencia, vamos construyendo mediante prueba y error el “saber hacer” corporativo, buscando merecernos con ello un espacio en la construcción del bien común.
Es tan de sabiduría popular este concepto (pero lamentablemente asimilado desde el vaso medio vacío), que acostumbramos decir que “nos vacunaron” para comentar por ejemplo que nos pidieron una ayuda para una acción benéfica. Bueno darnos cuenta que esas son las “vacunas” que nos permiten formar nuestras capacidades de iniciativa, paciencia, piedad, humildad, tolerancia, respeto y tantas otras virtudes que de lo contrario, nunca tendrían la oportunidad de nacer en nosotros.
¿Qué decir de la política si se le pretende apreciar en su perspectiva de mayor nobleza? ¿No debiera el poder legislativo ser un verdadero laboratorio perseverante en la búsqueda de mejoras para la vida en sociedad? ¿No debiera guardar sus escaños para los mejores en beneficio del bien común?
Qué esperanzador regalo este de la vacuna a comienzos de este año 2021. Qué maravilla poder constatar nuestro rol en esta Creación siempre inconclusa que desafía al hombre a “enseñorearla”. Qué simplista en contrario imaginar que sobramos y que la naturaleza inerte pudiera ser mejor sin nuestra existencia molestosa, pero dotada al fin y al cabo, de inteligencia y voluntad.
El futuro siempre nos desafiará a lograr una mejor versión de nosotros mismos. Consecuentemente, siempre tendremos desiertos y cuaresmas que transitar para salvar errores requirentes de enmienda. Quizás somos entonces una suerte de vacunas, inoculadas por el Pan de Vida hace ya poco más de dos mil años, cuando la muerte y la mentira fueron derrotadas y en nuestro peregrinaje aparecieron destellos de esperanza firme y horizontes de eternidad.
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