F O D A

Tomar la iniciativa no es fácil. Menos cuando las circunstancias nos gobiernan y nos desbordan al punto en que esperamos que “alguien” ordene el cuento. Quizás esa sea la principal razón por la que las realidades extraordinarias exigen liderazgos nuevos.

¿Qué irá a pasar? ¿Cómo viene la mano?

Ahí, muchas veces perdemos tiempo al equivocarnos en dimensionar nuestro campo de influencia. Nos sentimos impotentes en medio de una noticia en desarrollo, añorando que las circunstancias cambien y que el horizonte se despeje. Congelamos sensatamente la inversión y acrecentamos nuestra cautela. Nos ponemos prácticos. Por la vereda del trabajo, los cargos se cuidan en vez de desafiarse.

Pero ocurre que nuestro “campo de acción” requiere hoy y más allá de las circunstancias, de nuevos entusiasmos, de desplegar virtudes no suficientemente ejercidas y desafiar capacidades de reacción no agotadas.

Independiente de lo que ocurra tanto en el escenario global como en la realidad de nuestro país, en el ámbito de la empresa, este año (del que quedan 10 meses) será clave poner mucho más foco en nuestras fortalezas y debilidades, que en las oportunidades y amenazas que nos rodean.

El mundo empresarial tiene mucho que decir en el presente, ya que el futuro llegará solo.

Depende de quienes hoy lideran las empresas, que éstas sean en suerte la comunidad de cambio e incluso el hábitat desde el que reaparezca nuestra sociedad fortalecida.

De mucho antes del 18-O, venimos arrastrando un bajo nivel de productividad, desempeño que hoy cohabita con un creciente grado de desafección entre empresa y trabajo.

Y resulta que no es la riqueza la que queremos erradicar, sino la pobreza. Ahí subyace nuestra primera y principal responsabilidad social empresarial. No obstante, mientras escuchamos que en el discurso social la calle no quiere obligaciones y exige derechos, al interior de nuestra mini casa común, “la empresa”, la meritocracia se ha vuelto impopular y en términos de aspiración, el mejor lugar para trabajar se ha enemistado con el trabajo bien hecho.

Hoy buscamos más el negocio explosivo y sin darnos cuenta, por acción u omisión, procuramos evitar los desiertos que son justamente los que nos enseñan a encontrar agua.

Por estos días, en el debate público la impronta es liberalismo o colectivismo y en la empresa es capital o trabajo. Y ocurre que en ambos casos el conectivo correcto debiera ser “y”, no “o”.

El hombre libre existe antes que la comunidad a la que se adhiere, pero vive y se desenvuelve mejor en ella. Queremos ser una identidad por nosotros mismos, pero a la vez buscamos “pertenencia”.

Correspondientemente, en el mundo de la empresa urge que seamos capaces de reconectar capital “y” trabajo. Ambos se necesitan para dar vida al emprendimiento. ¿Cuál ha de ser por naturaleza nuestro campo de influencia? ¿Será la Sociedad o será la Empresa y desde ella la Sociedad?

Urge que pasemos de las prácticas de administración de recursos humanos, a la gestión del talento. Es asunto de educar y de educarnos en el mérito y en su justa recompensa. De lo contrario, no nos sorprendamos ante una sociedad desalineada entre iniciativa y asistencia, derechos y deberes, recompensa y esfuerzo, libertad y responsabilidad.

No es tiempo para que aspiremos a manejar los recursos humanos en la palma de la mano, sino más bien, es hora de instalar el talento en el corazón de la estrategia.

Tiempos difíciles los que estamos viviendo. Tiempos de romper huevos.

La “sequía” demandará inteligencia para un mejor aprovechamiento del agua. ¿Cómo reorganizará su empresa para mejorar radicalmente el buen alineamiento entre su capital humano y su estrategia?

Usted sabe con precisión, en cuánto y cómo cambió el último año el valor del capital financiero de su empresa. Una pregunta sugerente: ¿sabe de igual forma en cuánto y cómo varió el capital humano de su organización? ¿No el costo sino la riqueza humana de su organización?

Hoy, en plena era del conocimiento, esa pregunta la podemos responder. Depende de cada empresario y de cada gerente general que así sea y que en febrero de 2021 nos encontremos más cohesionados por un “hacer empresa” ejemplar y querido. De ser así, sin duda cada uno en su espacio habrá hecho la diferencia. Los beneficios serán relevantes y cualquiera sea el devenir del 2020, desde nuestro campo de influencia habremos triunfado.

 

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