Fuego

“La única Iglesia que ilumina es la que arde”.

Retumbará esa frase escrita por una mujer celebrando en su interior, la quema y destrucción de la Iglesia San Francisco de Borja. Es una sentencia que detiene, que provoca estupefacción, que enmudece el habla por su inimaginable ocurrencia.

No eran 30 pesos, eran 30 años, resuena como un eslogan sórdido, desafectado de esta otra cruda realidad a la que fue derivando nuestro país.

Eufemismos, delincuentes disfrazados de manifestantes, derechos que desdibujaron esfuerzos y un cansancio moral que hizo trizas nuestro pacto social. Surgió entonces de trasnoche, una propuesta límite, ofreciendo al país una hoja en blanco. Una refundación desde cero que se erigió como la mayor amnistía (de amnesia de verdad), ideada para borrar de un plumazo los dolores de un Chile reacio a todo lo que se tradujera en sangre, sudor y lágrimas.

“La única Iglesia que ilumina es la que arde”, es una frase que detonó en el meollo de una conciencia gastada. Ensordeció la evidencia de un país de contenido decadente, que en un abrir y cerrar de ojos pensó que la vida se mantenía sola, que la paz y el trabajo y los derechos y las creencias y el Metro y nuestros héroes eran un dato.

El “aquí y ahora” emergió sin paciencia, tal como lo que ofrece una hoja en blanco, sin batallas y sin esfuerzos.

A días de un plebiscito figurado como el chaleco salvavidas en un naufragio, Chile se ve confundido y golpeado en sus esperanzas. No hay sueños, no hay creencias, no existe respeto. “Muerte al Nazareno” se hace leer otro panfleto mientras una turba desbocada celebra la caída de la cúpula de la Iglesia de la Asunción, en el mismo día, y no aparecen los líderes y la Patria se siente a la deriva.

Esta tribuna tiene que ver con la cuestión empresarial pero no resulta fácil tapar el sol con un dedo y escribir de otra cosa. No se nos olvide que las empresas tienen espíritu y creencias porque las hacen las personas.

“La única Iglesia que ilumina es la que arde”. Qué regalo en una enésima lectura, poder constatar cómo el mal se vence finalmente y siempre con el bien, tal como en las empresas verdaderamente inspiradas, es también a golpe de errores y fracasos que se esculpe la vocación de emprender.

Dan ganas de perdonarla a ella porque diría el Nazareno, la mujer no sabe lo que hace. Pero luego además dan ganas de agradecerle. Porque metafísicamente hablando, tiene toda la razón.

Ella no lo sabe. Pero el eco de esa frase tiene el poder de trasladarnos a ese pasaje tan conocido del Evangelio, camino de Emaús, y nos invita a escuchar nuevamente a los discípulos cuando se preguntaban: ¿no ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?

Tenía razón la mujer. “La única Iglesia que ilumina es la que arde”, como las Lenguas de Fuego que se posaron sobre los Apóstoles cuando recibieron el Espíritu Santo.

Y como ocurre (respetando toda opción de fe) que nosotros somos Iglesia, como somos un pueblo lleno de Esperanza Firme, esta imagen nos ha sacudido y nos ha permitido entender que “no se enciende una lámpara para esconderla bajo el celemín”.

Chile necesita en toda su extensión, en todas sus generaciones, en todos sus carismas, en todas sus organizaciones y especialmente en todas sus familias y en todas sus empresas, de personas llenas de propósitos altos, que sean capaces de arder para iluminar esperanzas. Necesitamos sobre todo que se multipliquen los liderazgos cercanos, y que éstos se sientan impelidos a hacer de este día, no del próximo, algo distinto. Líderes que se entusiasmen por las pequeñas heroicas batallas y partan por cambiar en su interior, donando con su ejemplo y su trabajo bien hecho, “elegancia en la tierra”. Como decía Gandhi, tenemos que ser la sociedad que queremos ver.

Necesitamos reencontrarnos con la Verdad y volver a los fundamentos. Necesitamos partir de nuevo, no de cero, en busca del bien que vence toda manifestación de mal, ya sea que éste se encuentre vestido de mediocridad, desesperanza, mentira, odio, desidia o de todo lo que no se condiga con nuestra dignidad de personas dotadas de inteligencia y capacidad de amar.

 

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