Hacer Empresa
¡La Papelera no! Quienes vivieron los años de la Unidad Popular, recordarán ese eslogan que se asentó en la memoria empresarial de nuestro país. Salvador Allende había llegado al poder con un proyecto revolucionario que comenzaba con la implementación de sus primeras “cuarenta medidas”. La número 36 decía textualmente: “Crearemos de inmediato nuevas fuentes de trabajo con planes de obras públicas y viviendas, con la creación de nuevas industrias y con puesta en marcha de los proyectos de desarrollo”.
En el devenir de esos años, la estatización del emprendimiento fue mermando la iniciativa privada y dentro de las innumerables intervenciones estatales, el Gobierno intentó tomar control sobre la Papelera. En ese eslogan se vio la comunidad empresarial fuertemente interpretada y la virtud de cohesión y de sentido efectivo de pertenencia despertó con fuerza.
Hace unos días, Gabriel Boric volvió a instalar la utopía en su praxis. Ha propuesto democratizar las grandes empresas de este país, reglamentando que sus Directorios se formen de manera paritaria por trabajadores y representantes de los accionistas. Todo en el ánimo de erradicar la desigualdad y las injusticias que se producen en el mundo empresarial.
La propuesta es clara. Se trata de cosa de cimientos. Bueno sería entonces despertar con decisión y creatividad en promoción de nuestra realidad empresarial, acreedora de muchas más luces que sombras.
El líder se manifiesta justamente por ser la persona que a partir de un sueño alimenta las esperanzas, “instala una agenda” y luego es capaz de movilizar a sus seguidores hacia el logro de un propósito común. Pero las utopías son muchas veces resultado del desconocimiento de las realidades. Se instalan, por ejemplo, cuando los Alcaldes intentan ejercer el papel de Ministros, cuando los Legisladores transgreden los poderes del Ejecutivo y cuando los Jueces le quitan la venda a la Justicia, para ser ella en vez de cumplir con ejercerla. También cuando el Estado se toma el espacio de la iniciativa privada y en opuesto, la ciudadanía se ve (sólo a modo de ejemplo) en la necesidad de cuidarse de la violencia y la delincuencia por sí misma. Esas claras señales de transferencia de roles, son demostración de pura desconfianza y cuando ésta se instala, es imposible la integración y más utópico todavía, hacerla justa.
Gabriel Boric enfoca su propuesta en las grandes empresas, porque es ahí donde se producen a su entender las mayores desigualdades. Tengamos presente que las empresas nunca nacen grandes y exitosas. Las menos, luego de mucha prueba y error llegan a ser grandes corporaciones. ¿Al llegar a su plena madurez, el premio será expropiarle a sus legítimos dueños el 50% de su poder de decisión para hacer futuro? ¿Otros asumirán en potestad esa porción del riesgo sobre una propiedad ajena?
El mundo empresarial tiene mucho que decir porque es un testimonio vivo de constante esfuerzo. Es tiempo de salir a la cancha, como señaló Juan Sutil al asumir la presidencia de la CPC.
En positivo, es de esperar que Gabriel Boric logre despertarnos. Porque sin duda la propuesta ha impactado una institucionalidad en desprestigio, en la que han prevalecido las noticias de las malas prácticas y los yerros del emprendimiento, por sobre el esmero silencioso del cuerpo empresarial de la economía. Hay mucho que mejorar como ocurrirá siempre que exista progreso, pero la realidad no se condice con lo propuesto.
Nos falta explicitar más claramente que las empresas son sus dueños y sus trabajadores, demostrándolo con hechos y pedagogía práctica. Nos falta hacer ver que la amalgama de generación de valor producida entre capital financiero y capital humano, representa la esencia de lo que entendemos por empresa, es decir por ese espacio en el que somos útiles a la sociedad aportando y recibiendo realización, pertenencia y seguridad.
Nos falta demostrar con fuerza que la generación de riqueza de una empresa no se agota en la última línea de su balance. Cuando esa comprensión sea nítida, no cabrán transferencias de roles ni las búsquedas de una equidad mal entendida. En cambio, más que utopías igualitarias, construiremos relaciones de reciprocidad, alianzas en todas las direcciones y roles complementarios para un solo Chile.
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