Humanidades

Junio comienza a despedirse o quizás sea sólo en el imaginario de nuestras mentes que viven en el tiempo, que ello ocurra. Desde mi ventana y mientras escribo, el Provincia me regala su majestuosidad, la que me resulta perpetua. Me acompaña y pareciera garantizarme que seguirá ahí más allá de mis palabras y que a su vez, será siempre en su parte inconfundible, también, cordillera. Lo distingo claramente y no me confundo en comprender que ambas dimensiones son ciertas, una específica y la otra más colectiva, de cordilleras, pléyades de montañas.

Pero con nosotros es más complejo; pienso.

Le llamaré “Diógenes” para cuidar su identidad. Él, por de pronto, ingresará mañana a trabajar a una nueva empresa. Será su primer día y llegará con toda una vida acumulada, a un lugar nuevo, compuesto por cierto de gentes que no conoce. Él lo sabe. Y en la empresa, otro tanto, tienen toda una historia que traspasarle de la que él no tiene idea y ellos lo saben.

Lo más complejo, es que Diógenes no llegará a su nuevo hábitat de trabajo con una hoja en blanco, sino con una imaginación hecha de sus acercamientos e investigaciones previas. Tuvo por cierto conversaciones, fue buscando y aceptando puentes, hasta que su opción se transformó en oportunidad y lo seleccionaron. A la par él tomó esa posibilidad y aceptó la oferta. Y todo lo que se imagina lo ha ordenado en su mente y en su corazón, en una suerte de expectativa a la que llamamos “prejuicio”, bueno o malo, factible o no tanto, imaginario de una realidad que estará por verse.

En la empresa otro tanto. Algunos ya lo saben, les informaron y se han averiguado algo de su historia que trae a cuestas, han dejado deslizar un par de ideas acerca de sus pergaminos, de qué esperar de él. Saben que tiene currículum por cierto, pero en estricto rigor lo recibirán también con una pócima de prejuicio, bueno o malo, factible o no tanto, imaginario de una realidad que estará por verse.

¿Serán los tiempos fracturados en los que vivimos, una suerte de diálogo frustrado entre Diógenes y el Provincia?

Muchas hojas testarudas del otoño concluido, aun se aferran a sus troncos añosos, alumbrando los candiles de sus calles en los minutos breves de cielo celeste y sol tenue, del invierno cuando se da tiempo para que descanse la lluvia.

¿Serán los tiempos fracturados?

En nuestro querido Chile, ejerce un Gobierno que anhela, que respira convencimiento absoluto acerca de su propia ideología. Van contra viento y marea de acuerdo a programa, buscando imponer “la cordillera”, tal como la imaginan, demarcando su imaginario desde los tres años o antes, modificando el juicio sobre el derecho y las circunstancias sobre las realidades.

Solidaridad perdida, prójimo sin nombres, dictadura que pretendes imponer la justicia y el bien común por decreto. Pacto social que quisiera mover montañas instalando carretas delante de los bueyes.

Y van desvaneciéndose las humanidades en los claustros universitarios, mientras avanza el colectivo imaginario de un futuro inexistente, salvo en la utopía de los propietarios circunstanciales del poder y los recursos de todos.

Reforma previsional para financiar la pensión de quienes hoy no cotizan, por quienes mañana no existirán porque no nacieron. Pacto fiscal para financiar los derechos desfondados por los deberes ausentes.

¿Cómo ser más solidarios? ¿Cómo hacernos cargo de la equidad, de facilitar las oportunidades, de lograr que el todo sea las más de las veces mayor que la suma de las partes?

Diógenes llegará a entregar algo que la empresa no tiene, un  destello que está guardado en su imaginación de futuro. La empresa le ha propuesto también a él un futuro que hoy no existe pero que el hombre vislumbra y lo entusiasma.

¿Cómo poder ser ese colectivo que sueña la solidaridad? ¿En qué lugar del mundo ya se logró el paraíso en la tierra?

Qué paradoja caer en la cuenta, que el único pedazo de prójimo que podemos aportar a nuestra identidad de cordillera, somos nosotros mismos. Quizás por eso sea que en la humanidad caminante sólo unos pocos se perpetúan en los trazos de la historia, no porque los demás sean anónimos, sino porque en lo bueno y lo malo, son siempre un puñado los determinantes. Como el existir de padres e hijos, de familiares, de amigos, de esos memorables maestros que en determinados pasajes de nuestras propias vidas nos despertaron.

Este último día del mes de junio me dice que al hoy le falta algo. A un pedazo de humanidad le faltas tú y a otro le falto yo. Con esfuerzo edificante, seamos nosotros el prójimo que queremos ver. Es factible que todo lo demás venga por añadidura.

 

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