La casa de papel
Hace un par de días, ICARE convocó en su primer encuentro virtual 2022 (de su ciclo de los jueves), a un conversatorio titulado “Los desafíos de Chile en la agenda política”. En consideración al convocante, quizás hubiera sido mejor reflexionar acerca de “Los desafíos de Chile en la agenda empresarial”.
Hoy, la confusa realidad nos está generando múltiples “desplazamientos de carga”. Los empresarios se movilizan hacia la política y el Estado se percibe emprendedor y los derechos se escinden de los deberes, al tiempo que el Instituto Nacional llora nostalgia por sus virtudes de antaño.
Tanto ha ido el cántaro al agua, que al igual que en la exitosa serie de Netflix “La casa de papel”, finalmente la epopeya de los marginados sobre los poderosos parece haberse instalado nuevamente en nuestro querido país. En la serie, los anti sistema invaden la propiedad pública y privada, secuestran, roban, suplantan identidades, transgreden las barreras de lo posible y finalmente reparten el bien mal habido del “sistema”. Billetes llueven sobre una multitud que los justifica. Ha sido su irreverencia enmascarada, la que les ha llevado a la posibilidad de justificar la violencia hasta imponer una nueva verdad, eximiéndose ellos de toda falta de rectitud. Ahora son héroes.
En la serie real de nuestra historia reciente, en poco más de treinta años nos ocurrió algo parecido. Los yerros de unos agregados a las utópicas ilusiones de otros, fueron instalando las condiciones para hacer factible que los pingüinos del año 2010, conquistaran la Moneda doce años más tarde.
El tiempo a veces se muestra detenido, como es el caso del pestañear casi inmóvil de sucesos ocurridos un 04 de noviembre de 1970 y luego amanecidos intactos, un 11 de marzo de 2022.
36,63%. Con esa mayoría relativa, el 04 de noviembre de 1970, Salvador Allende fue elegido Presidente de Chile. En su primer discurso se lee: “Nuestra herencia es una sociedad frustrada en sus aspiraciones más hondas de desarrollo autónomo. Una sociedad dividida, en que se niega a la mayoría de las familias, los derechos fundamentales al trabajo, a la educación, a la salud, a la recreación y hasta a la misma esperanza en un futuro mejor. Contra todas estas formas de existencia se ha alzado el pueblo chileno. Nuestra victoria fue dada por la convicción, al fin alcanzada, de que sólo un gobierno auténticamente revolucionario podría enfrentar el poderío de la clase dominante y al mismo tiempo, movilizar a todos los chilenos para edificar la República del Pueblo Trabajador”.
El resto de la historia lo conocemos y los más viejos lo vivimos. Esa minoría con vocación refundacional, concentrada en el dolor de la herida, no logró encontrar, no obstante, la forma de sanarla. ¿Hoy, La Convención Constituyente, no se parece acaso al imaginario del “joven combatiente”, que por las circunstancias se ha hecho del poder?
La desigualdad pareciera ser una mala lectura de nuestra naturaleza humana. Nos hace ser mayoría para declararla y luego minoría para resolverla.
Las madres y los padres en cambio, son capaces de querer a todos sus hijos por igual y sin embargo saberlos claramente distintos, desiguales y diversos. Fomentan incluso esas diferencias porque cuando en contrario unos buscan parecerse demasiado a otros, generalmente deviene la envidia como la referente que lo explica todo.
Este mes de marzo nos deja la constatación de sucesos ajenos al sentido común. Protestar no es lo mismo que gobernar. Detectar problemas no es lo mismo que solucionarlos y ofrecer el paraíso en la tierra sólo le cabe a un Espíritu más alto que nosotros mismos.
Siendo cada persona tan vasta como su libertad, el Estado será mejor en su desempeño, en la medida que cuente con todas las voluntades y expresiones de nuestra infinita humanidad. ¿De no ser así, quién podrá ser el ventrílocuo de Dios?
En el mundo de la empresa ocurre lo mismo. Los traspasos generacionales permanentemente en curso, no son sino el cultivo del saber hacer acumulado y para construirlo no sobra nadie. En opuesto, las generaciones que confunden sus vidas con la historia, desconocen el potencial de las siembras incipientes al igual que las raíces sabias de los árboles añosos.
Se viene duro el panorama. Quizás esta vez aprendamos a no detenernos en las desigualdades, sino en la cualidad de superarnos a nosotros mismos. Es factible también, que aprendamos la virtud de no distraernos pensando en la meta, sino más bien en el camino para llegar a ella. Y que paso a paso, reglas claras y rectitud mediante, logremos el desarrollo en todas sus dimensiones y convirtamos a Chile en un ejemplo de oportunidades.
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