Los elegidos
Marzo en honor a Marte, el dios de la guerra, fue en los orígenes del calendario romano el primer mes del año. Pero alguna suerte de sabiduría lo empujó finalmente al lugar que ahora ocupa. Por algo hoy en día en la “plenitud de los tiempos”, entendemos que llegado marzo es que comienza verdaderamente el año.
El dios de la guerra ha instalado su batalla y pretende la victoria.
Qué coincidencia que este año, marzo haya recibido en su último día el domingo de resurrección. Todo un legado para la atención del existir venidero.
¡Cristo ha resucitado!
El dios Marte ha querido ser el anfitrión de la victoria, el surco de la esperanza última para quienes añoren lograrla. Porque después de su flagelo atestiguan que Cristo descendió a los infiernos y que ha vencido a la muerte. Que ha resucitado al tercer día y conforme su promesa, ha instalado una singularidad en el meollo de nuestro espacio-tiempo, para señalarnos, ofrecernos y regalarnos su mismo destino. Pues el que es Amor, ha confesado ser el Camino, la Verdad y la Vida para quien crea en Él.
¿Cómo más podría revelarnos que ya comenzó el año y que ha venido a encontrarse con la Victoria?
Imaginémonos de pronto conversando con Jesús: Señor, si sembraste buenas semillas de trigo, ¿por qué también creció la cizaña? ¿Quieres que vayamos a arrancar la mala hierba? ….y nos responde que no. “El trigo y la cizaña se parecen mucho, y a lo mejor ustedes van y arrancan el trigo junto con la cizaña”.
¡Somos los elegidos!
Es que vino a redimirnos de nuestro tozudo afán de ser como dioses y quiere que todos nos salvemos, bastándole nuestra mínima porción de trigo para dar en precio su propia Vida.
La ciencia estima en ciento diecisiete mil millones los Sapiens nacidos desde la creación del mundo. De ellos, el siete por ciento está vivo y si consideramos en el cálculo sólo los últimos dos mil veinticuatro años, más del treinta por ciento de todos los nacidos en este suspiro de tiempo aún respira sobre la faz de la tierra.
Él ha venido a pagar por nuestro rescate, amándonos hasta el extremo. Confía a ciegas en nuestra victoria sobre la muerte, pero subordina su propuesta a nuestra libertad.
¿Quiénes le daremos el sí?
Tanto tiempo derramado sin comprender que no se trata de buenos y malos, sino del bien y del mal.
Buscando a Dios a través de la razón, Teilhard de Chardin decía que a lo mejor el hombre venía del mono, pero que en algún momento “Dios lo tocó con su dedo y le dio conciencia y capacidad de amar”. Inteligencia y voluntad en su expresión más pura.
Inteligencia y voluntad para enseñorear la tierra. Conciencia y capacidad de amar para vencer las adversidades más inmensas, porque valemos no por lo que somos sino por lo que estamos llamados a ser. Por lo que fuimos en efecto al comienzo, cuando Él tomó barro, le dio vida con su soplo y nos hizo a su imagen y semejanza, hombre y mujer.
¿Cómo pudiera flaquearnos la esperanza entonces? ¿Por qué existe tanta injusticia?
Bueno, claramente Su Reino no es de este mundo. Este valle de lágrimas no llora por falta de recursos. Sólo basta un Belén para que desde cualquier punto de la tierra emerja la novedad del hombre en su mejor versión.
Nuestras voces gritan en el desierto pero miren cómo somos capaces de hacer barcas y de sortear diluvios cuando sentimos Su Presencia.
Chile enredado no menos que el mundo entero, con su género humano transitando esperanzas entre animales y dioses, desasido de la herencia de los hijos de Dios. Clima polarizado entre buenos y malos, entre verdades y mentiras, entre amores y odios.
Urge que nos reencontremos con la Verdad, esa que nos hace libres, y que en ese reencuentro, ojalá no sobre ninguno de nosotros. Cada uno tiene algo que decir, algo que hacer, algo que aportar a este mundo y una eternidad que recuperar.
Él nos tiene preparado un lugar y no es cosa de ir sino de volver. Sólo necesitamos una confianza ciega en el futuro que podríamos traer al presente, tan solo si nos diéramos cuenta.
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