Máximos personales
Pedro es Ingeniero Civil titulado por una importante universidad de nuestro país. Cursando su MBA estuvo de intercambio en Seúl. De trayectoria curricular impecable, denota una gran capacidad reflexiva, toma nota, piensa ese par de segundos tan necesarios antes de responder.
La entrevista avanza, nos estamos conociendo y ya hemos conversado acerca de su formación, experiencia, vocación y también de sus motivaciones. De sus logros y sus aprendizajes. No todos los días nos exponemos a mirarnos desde afuera, menos en estos tiempos en los que la inmediatez está de moda.
Y ahora cuéntame Pedro de tu origen, de tu familia. Quiero conocerte a ti.
….al hacerse cargo de mi pregunta, él pareciera estar recorriendo en una breve eternidad, su camino cotidiano de regreso a casa. Soy de Victoria me dice. Y el solo nombre de pueblo retrocedido en el tiempo se dibuja con sus calles de tierra en el imaginario de nuestra conversación.
“Somos cuatro hermanos. Yo soy el mayor.” Se me va mostrando Pedro.
“Fermín, mi padre, fue supervisor de faenas en una forestal, sacó apenas su cuarto medio. Mi mamá llegó a octavo básico. Se llama Violeta, gran mujer que nos enseñó a ser derechos en la vida. Mi papá a sacarnos la mugre y mi mamá a ser personas de bien”.
¿Y cómo fue que llegaste a ser lo que eres hoy?
“Fue un profe del Liceo el que me dijo que tenía facilidad para aprender. Yo iba a Santiago y miraba el camino, los puentes y en la ciudad los edificios y pensaba en llegar a ser capaz de participar en desafíos como esos. Ser Ingeniero. Un día mi papá me dijo que tratara de esforzarme porque si no me conseguía una beca, muy probablemente, no me podría pagar una educación superior. Era lo que había. Me propuse entonces ser el mejor y logré entrar becado a Ingeniería. Pero fue muy duro. En el liceo, con quince minutos de atención en clases estabas al otro lado. Pero en la universidad, el profesor pasaba la materia durante una hora y media y yo no tenía desarrollada esa capacidad de concentración.”
“Además, por mucho que estuviera becado, estaban mis gastos de alimentación, transporte y todo eso. Costaba juntar los pesos, hacía clases, me conseguí trabajos con algunos profesores. Mis padres se privaron de muchas cosas y lograron al final que sus cuatro hijos fuéramos profesionales.”
Hoy Pedro está casado, su señora también es profesional, han formado un hogar pero aún no tienen hijos.
Finalizando le hago un par de preguntas que incluyo desde hace treinta años.
¿Qué te preocupa de Chile?
“Uf. Quisiera un Chile con más oportunidades y con más igualdad.”
Lo miro entonces y le pregunto por sus viejos. Imagino tus padres estarán orgullosos de ti y de tus hermanos. …..orgullosísimos me dice. “No sé cómo lo hicieron.” ¿Y si pudieras volver al pasado para restarles parte de esos sacrificios que tuvieron que hacer, crees que te lo aceptarían?
“Jamás” me dice Pedro. “Ellos ven en nosotros toda su riqueza.”
“Hay que saber ser buen pobre” le escuché decir una vez a alguien. Y del país a la ciudad, y de la ciudad al barrio, y del barrio a la familia y de la familia a cada ser, pienso en los “mínimos comunes” que esperan de cada uno de nosotros, nuestros “máximos personales”. Porque el bien común sólo surge de nosotros y lo que nos queda es la riqueza que nos hace personas.
Pienso en don Fermín y su señora Violeta, cómo se gastaron, qué manera de dar fruto. Me pregunto qué pasaría si esa entrega intuitiva de amor se viralizara.
¿Y en qué crees tú?
Pedro me mira y me dice: “cuando chico, yo creía mucho en Dios, pero me fui alejando”. Yo atisbo que no obstante, las luces permanecen, los destellos de su profe y los de ese puente en la carretera construido por Ingenieros y Fermines. Me dice que están pensando con su señora en tener hijos. Nos despedimos y por fin se viene la lluvia que cae generosa, limpiando la atmósfera de nuestro querido Chile.
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