Reforma Empresarial
Pareciera ser que en medio de las turbulencias y las incertidumbres de este último tiempo, algo viene fraguándose, algo que no encuentra respuestas en el espacio de lo obvio. Se han ido radicalizando las posiciones ideológicas (de uno y otro bando) y Chile aparece cada día más partido en dos. Unos que ven en el actuar del Gobierno la concreción de cambios profundos que nos llevarán a una mejor sociedad, aunque todo indique que el país navega en sentido contrario. Otros que defienden el extraordinario crecimiento y desarrollo vivido por el país en los últimos treinta años, pero que no logran comprender por qué, esa verdad objetiva, no ha sido capaz de avalar un modelo de sociedad de largo plazo.
Las reformas tributaria y laboral, conforman los dos pilares sobre los cuales el actual Gobierno intentará resolver, aquí y ahora, los problemas de equidad y redistribución de los ingresos, para cumplir su promesa central en el ideario de una sociedad mejor. El problema es que ninguna de las dos iniciativas ha podido resolver esta sensación de descontento. Ambas han apuntado a equilibrar el juego de poderes entre dos partes, ricos y pobres, empresarios y trabajadores, la persona humana, individual y libre, contrastada con las prioridades del bien común. El derecho de propiedad en oposición a la casa de todos.
Ahí, entre reforma tributaria y reforma laboral, en el mejor de los casos se encuentran los afanes de equidad, de límites, de derechos, de resguardos mutuos. Ninguna de las dos reformas y menos ambas en su conjunto, dan luces de “integración”, de proyecto altamente compartido, de sentido de pertenencia, de un mismo desafío.
No obstante, lo que une a ambas iniciativas, es que éstas impactarán en el meollo del tejido social, dado que convergerán en el mundo de la empresa. Y la empresa es hoy por hoy, ese lugar operativo en el que recibimos y damos, en el que pertenecemos y hacemos sociedad. Ahí aprendemos lo que le enseñamos luego a nuestros hijos. Ahí nos culturizamos de ida y vuelta entre familia y trabajo.
Quizás hoy, sea el tiempo de encontrar una brecha de unión entre ambas iniciativas y logremos abrir un diálogo integrador, para el diseño de una verdadera “Reforma Empresaria”. Un nuevo acuerdo que se base en el esfuerzo y en mecanismos que nos permitan compartir mejor el premio al trabajo bien hecho.
Hoy, existe sin duda un desajuste entre el desarrollo del capital y el desarrollo del trabajo. Parece que ambos no estuvieran alineados. Que si gana uno, pierde el otro. Ese desajuste es el que hace a muchos pensar que las utilidades son algo ajeno, algo consustancial a los dueños. Los trabajadores reciben su salario o sus remuneraciones (de todo evento) y los empresarios reciben las utilidades o son los que tienen que absorber las pérdidas. Unos trabajan para generar riqueza (los trabajadores) y otros para permitirla (los dueños del capital). Sin complicidades. Sin alianzas. Sin integración. ¿Cómo hacerlo entonces? ¿Cómo lograr al interior de la empresa una pasión por la productividad y el compromiso? ¿Cómo lograr un empresariado que esté verdaderamente alineado con el capital humano, que vea en éste un pilar extra contable de su propio patrimonio?
Es tan malo suponer que las utilidades son un dato, como pensar que éstas se deben al extraordinario manejo del riesgo y que los trabajadores nada tienen que decir al respecto. Hoy, los empresarios están más metidos en la gestión y los trabajadores más involucrados en el riesgo. Más que empresarios y trabajadores, hoy, las empresas necesitan grupos aglutinados y conectados de “emprendedores”. Personas que desde sus cargos y en proporción a éstos, transformen la sociedad, agreguen valor y ofrezcan alto desempeño, empleabilidad y futuro
Es decisión de los Gobiernos Corporativos de las empresas, que cambien su foco y evolucionen de una visión transaccional a otra relacional. Lo que está en juego es lograr mayor complicidad entre los gestores del resultado. Lograr un incremento sustancial en lo que los economistas llaman “productividad total de factores”. Esa dimensión se encuentra muy poco trabajada. Por cierto no ha sido tema en la reforma laboral.
Si usted piensa que esto es utopía, pregúntese si es sostenible que las empresas se proyecten con las tasas de rotación altísimas con las que actualmente operan, cada vez con más eficacia y con menos eficiencia, argumentando que así es la industria y que en Chile se trabaja mucho pero se produce poco y que en fin, qué le vamos a hacer.
No pongamos la mirada en los derechos sin preocuparnos de los deberes. Pero no aspiremos a cultivar el trabajo bien hecho, despreocupándonos de contar con esquemas reales y creativos de integración, aprecio y recompensa.
Panel Consultores