Se hará Justicia
En tributo a mi hija Rosario.
Fue hace poco más de siete años que decidimos abrir este espacio de reflexión. Desde entonces, hemos intentado contribuir mensualmente a la promoción de valores y a la formación de juicio en la gestión empresarial de nuestro querido Chile.
Indudablemente, siendo las empresas aquellas organizaciones intermedias en las que contribuimos y a la vez obtenemos nuestra suerte de membresía (para gozar las bondades de la vida en sociedad), no nos debiera sorprender que nuestro entorno haya permeado el foco de nuestras prioridades. Lo mismo nos ha ocurrido respecto de nuestras familias, actuantes y cómplices, presentes en nuestros sueños y propósitos. Sencillamente, desde la empresa somos y a la vez hacemos. Entonces y aunque nos propongamos poner énfasis en la cuestión empresarial, finalmente su misma dimensión de capital humano aflora, y la persona que somos se nos aparece capturando nuestras atenciones.
Pensar desde la empresa resulta inevitablemente un ejercicio antropológico, sociológico y por ende moral. En paralelo, sabemos que existen momentos en los que la vida nos contrata de protagonistas y vamos inspirados en “romperla” al decir de los más jóvenes, y en otras, nos quedamos atónitos, monitoreando el índice de confianza empresarial a la espera que los temporales amainen. En simple, nuestras circunstancias nos escriben buena parte del libreto.
Para qué decir en este cambio de milenio, en esta época quizás si del final de los Sapiens o del redescubrimiento de aquel Tesoro escondido.
Nos quedamos cortos con nuestros pequeños problemas y nuestros pequeños afanes y nuestras pequeñas certezas. Sólo somos testigos dispuestos a dar fe que todo cambia.
Enredada está la cosa y no es de pesimismo. Más bien resulta de asombros que los días se nos pasan y aunque al principio era la Palabra, ahora último han aparecido otras nuevas, mientras no sabemos si la realidad es cierta y si tu foto la tendré guardada en alguna nube cuando pase el tiempo y me cueste hacer memoria.
El cambio climático pareciera ser apenas un “sticker” comparado con la tormenta que está afectando nuestras ideas cardinales de verdad y mentira, camino y justicia.
Gravemente heridas las confianzas, la radicalidad aparece tomada de la mano de la ofuscación y constatamos que lo predecible se nos evaporó. Todo pasando. De eso estamos enfermos y entonces el propósito resulta algo al final, final, final, meramente decorativo. Y lo sabemos pero ¿cómo detener las materias en las que nos encontramos?
Afrontamos de pronto una sequía de Verdad y esa sí que sí, nos apunta a nosotros, no a la naturaleza de nuestro entorno. Verdad, del griego “alétheia”, palabra que significa “sin velos” o “develada”. Verdad que paradojalmente nos confronta con la justicia personificada alegóricamente en la diosa Temis, erguida con una balanza y una espada en sus manos, y una venda en sus ojos.
Verdad sin velos, justicia ciega.
¿Cómo entender lo que nos está pasando?
Nos retumba ese Hombre que hace dos mil veintitrés años vino a redimirnos, entregando su Cruz en ofrenda. Ese que atestiguó ser el Camino, la Verdad y la Vida. Ese sin velos que prometió dar a cada uno lo suyo, para cuando la diosa Temis haya descansado y no necesitemos hacer justicia. No, porque seremos Luz y lo sabremos todo. Y no requeriremos de espadas y se nos desvanecerá el odio.
Y habrá vencido a la maldad que no es de Su Reino, incluyendo esa de su misma Iglesia perdida en sus velos absurdos de poder y de oscuras tentaciones de ser como dioses. Ladrones que reemplazaron su Vida por una manzana de llanto y rechinar de dientes.
Urge que lo busquemos, que lo volvamos a encontrar, para que venga su Reino a nuestras realidades.
“Alétheia”.
Hasta que eso ocurra, con nuestras incertezas a cuestas, intentemos el bien que habita en nosotros y tratemos de hacer la diferencia.
No pongamos nuestra fe en los espejismos, no nos ceguemos como avestruces de vergüenzas ajenas. Eduquemos nuestra bondad por sobre nuestros odios, nuestra generosidad por sobre nuestras ambiciones, y conquistemos nuestro espacio interior aunque no más sea.
Gastemos el tiempo regalado para dar fruto, puesto que no se trata de cantidades ni de mayorías. Con total certeza, tarde o temprano habremos de morir. Pero aunque un solo justo logre redimirse, habrá fiesta en el Paraíso.
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