Sustentación
Con todo lo largo que se nos hizo marzo, abril, uno escucha, ha resultado insólitamente breve. Quizás si producto de algunas expectativas que finalmente no han querido llegar, para dar fe de ese rumbo que por lo mismo, sigue deteniendo el próximo paso y convirtiéndose en espera.
Dicen que el nuevo Gobierno se instaló. Que Chile ahora tiene puestos los ojos en la Convención Constituyente, la que trabaja en una propuesta que se nos desdibuja. Es que Gobierno y Convención Constituyente van de la mano, ambas entidades empeñadas en la concreción de un Chile inédito y casi sin historia.
Nos resultó muy difícil escribir esta editorial de abril, tiempo que esperándolo hasta el último minuto, no lograba darnos una palabra que pudiera desafiar la formación de juicio y ser propositiva para el siguiente mes.
Abril. Calentamiento local.
Crónica insólita y demasiado anunciada de un callejón sin salida, ensayo sin legitimidad desde su primer día, Plaza Baquedano desnuda, carpas en La Alameda, Colchane invadido, Wallmapu desbordado, inflación galopante, Instituto Nacional encabritado y de su nombre, desmerecido.
¿Cómo evitar el error de escribir de lo que no le pertenece en justicia a abril, mes que tan sólo detenido, habla de la inercia de un estallido seguido de pandemia, temor y populismo?
Se venía acabando el mes, hasta que el 26 de abril, llovió. Y se despertaron los campos y al día siguiente, la cordillera amaneció con su vestido blanco de gala, leve, pero de fuerte remembranza de algo perdido.
¿Qué más se habría podido pedir?
Nada casi. Pero como son las sorpresas, ese mismo día siguiente en la noche, con un aforo de 371 personas, el auditorio principal de la Universidad de Los Andes volvía presencialmente luego de dos años, con su camerata. “Reencuentro: de la ausencia a la celebración”. Un silencio no escuchado hace mucho tiempo se hizo presente.
El Emperador de Beethoven en la partitura, Eine Kleine Nachtmusik de Mozart y Geografía del desastre, obra del compositor nacional Sebastián Edwards e inspirada en el terremoto del 2010. De fondo, Liza Chung al piano.
A su ingreso el Director invitado, Miguel Ángel Castro Reveco, pidió en este reencuentro un minuto de silencio por las víctimas de la pandemia y su gesto dio cuenta de un tiempo de mascarillas deshumanizantes y provocó el imperio de un mejor silencio, esta vez de emociones retenidas y no de pensamientos sin destino.
Al final (no se nos olvide que esta columna busca contribuir desde el ámbito de la empresa), los aplausos se tomaron el espacio y la orquesta de pie nos regaló una clase magistral de sustentabilidad. Con músicos destacados cada uno en un particular instrumento y la batuta excelsa para integrarlos, todos expertos minúsculos en la inmensidad del concierto. Todos de conservatorio, de años de práctica, mas ninguno capaz de ser por sí mismo la camerata.
Sustentación. El Director, con su batuta conectada con la nube de su mente, admirando y agradeciendo al término a la primer violín y a Liza Chung. La exigencia de años haciendo gala de los dotes de los otros, regalándonos un pedazo de universo capaz de caber en nuestra conmovida presencia.
¡Cuántos años de trabajo para esa sencillez alojada en el alma!
Cuántos años de esa sustentación que se encarga de hacer el hoy con sentido de largo plazo, cualidad que no se posterga para el futuro sino que se hace cargo en el presente de esa proyección en nuestros actos.
Crecimiento – Rentabilidad – Sustentación.
Sustentación, hermana pobre de esta trilogía, responsabilidad principal de los gobiernos corporativos. Virtud que custodia las esperanzas y proyecta los futuros. Virtud que fortalece el edificio y que resguarda nuestros crecimientos haciéndolos verdaderamente rentables. Cualidad extraviada de nuestra disciplina, que ausente nos dejó abrir los regalos con impaciencia y nos enseñó a ser intolerantes con nuestras esperas.
Sustentación perdida, testigo anónimo del desplome de nuestra institucionalidad, consecuencia de crecer sin condiciones de borde, cuánto nos faltas para recuperar esos sueños que resultan ser metas con humanidad incluida. Cuánto nos haces falta, tú que eres la moral de lo posible.
Vuelve para que nos enseñes nuevamente a comenzar por nosotros mismos, a ser mejores prójimos, para encontrar en la libertad nuestros derechos merecidos.
Sustentación fabricada de mínimos comunes y máximos personales, de confianza dada antes de recibida, recuérdanos que tu premio llega siempre, aunque no logremos descubrirlo.
Gracias abril. Parece que por ahí va la cosa. Gracias por esperarnos, llamándonos al ruedo para que tengamos algo bueno que contar mañana.
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