Esos milagros
Cuentan que Albert Einstein dijo alguna vez que se inspiró en su teoría de la relatividad, en un momento de reflexión, en el que se imaginó viajando en un haz de luz. Para entender con mayor precisión, recurro al diccionario y éste me indica que un haz de luz se refiere a un conjunto de “rayos de luz” que provienen del mismo origen y se propagan juntos, formando un haz.
Me excede con creces siquiera imaginar esa inteligencia privilegiada, que hubo de crear una matemática nueva, un razonamiento de espacio-tiempo no observado ni pensado seriamente hasta ese entonces, para dar cabida a la teoría cuántica o conversar con ella y traer al conocimiento los “gusanos” o carreteras para viajar al pasado y por qué no, al futuro.
Lejos de su materialización por cierto, como una ficción real, confronto esa lucidez con las novelas de grandes escritores y me resultan y las constato, como las portentosas fantasías que no siendo reales (mas que en el ingenio de sus autores), han recibido en sus páginas a millones de visitantes que al terminar de leer el libro, se han quedado con esa sensación de haber viajado a un mundo concreto y real. Que se conmovieron al adentrarse en sus historias y que quisieran aseverar que estuvieron ahí. Que lamentan a veces no haber podido despedirse de sus personajes principales y que hubieran querido agradecerles por haberlos conocido. ¿Niebla de Miguel de Unamuno?
Cerrar la última página de un libro es muchas veces la semejanza de haber “vivido” un viaje. Pienso en Los Miserables de Víctor Hugo, Nicolás y Alejandra de Robert Massie, o Las Llaves del Reino de A.J Cronin. Y pudiera entre un puñado de portentos citar a J.R.R Tolkien y El Señor de los anillos y seguir más allá, desbordado por realidades escritas e imaginadas, vivientes en la enseñanza de universos de historias que no se acaban.
Octubre va cerrando en nuestro querido Chile su paso fugaz de último mes de cumplir objetivos en serio, mientras la puerta de las elecciones se ve ahí, a la vuelta de la esquina.
Se asoma la realidad real y concreta de un país que pareciera estar pariendo un corazón, lleno de encuestas a las que les pedimos nos revelen el futuro.
Por cierto, si se tratara de un libro, los candidatos presidenciales los reconoceríamos como sus personajes principales. Pero como se trata de realidad, los analizamos como los líderes que nos abrirán el futuro que soñamos.
¿Serán ellos los mejores candidatos para lograr los diecinueve millones de sueños que albergan nuestros corazones y mentes? ¿Serán tan lúcidos y vastos?
No puedo entonces evitar decir que estoy confundido. Son ocho los candidatos. ¿Pero a la semejanza de las creaciones infinitas de nuestra historia, quiénes le darán vida a nuestro futuro próximo?
¿Y si ocurriera un milagro?
Bien pudiera Chile despertar sus esperanzas y arrebatos desde cada uno de sus habitantes, de manera que todos se auto eligieran y se dieran su propia oportunidad para hacer la diferencia en estos próximos cuatro años.
Ningún candidato podrá hacer despertar la individualidad de cada uno de los diecinueve millones de corazones que sienten en juego su propio futuro.
Un buen milagro pudiera permitir que cada uno se propusiera un par de objetivos de luz, tomando conciencia de ser un personaje clave dentro de este maravilloso libro que se llama Chile. De realidad y de sueños, de prójimo por cierto, entendido como el reducto en el que somos, porque somos en los otros.
Todos los grandes libros han superado a su autor en virtud y fuego.
Pensemos Chile, seamos Chile en el espacio de nosotros mismos. No busquemos el bienestar sino el mérito para construirlo en el reducto en el que somos los presidentes de los que de nosotros dependen, o esa inteligencia y voluntad que concretó sus sueños.
No le pidamos a los candidatos que escriban nuestras historias, sino que nos permitan hacerlas de puño y letra. Votemos por quienes mejor nos abran esas puertas y permitan que se manifiesten a golpe de inteligencia y voluntad, esos milagros.
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