Por la razón
Entre el cielo y el suelo, allá en el horizonte casi imperceptible a la vista humana, el sol de la tarde concluía su jornada en alguna parte del mundo, y las estrellas tímidas se disponían a iluminar la noche para darle al firmamento una suerte de oscuridad prístina.
Factiblemente de sur o de alta mar sin duda.
Paisaje de escasas oportunidades al que junto con darse, le urge un testigo que aparezca dispuesto a detenerse para contemplarlo, y algún día narrarlo.
Entre el cielo y el suelo los que estuvieron ahí se dieron cuenta que no había holguras. Allá se unieron, en el horizonte el cielo y el suelo, al punto que esa línea adquirió una suerte de frontera indefectible entre luz y oscuridad, infinito y materia, tiempo y eternidad.
Nadie fue capaz siquiera de sospechar alguna suerte de carencia. Todo más bien parecía ofrecerse como una medida de orden natural.
Nadie advirtió ni en su imaginación abstracta, aditivos de título a la realidad que observaba. Nadie atestiguó ni cielo ni tierra extremos. Nadie extrañó una tercera vía que diera curso a comprensiones de otras certezas.
En nuestro querido Chile, se nos olvida, que el sistema de mayorías relativas vigente hasta 1970, fue el que llevó a la Unidad Popular al poder, con algo más que el 36% de los votos. Después, casi inmediatamente se nos fueron instalando las amnesias generacionales, y difuminando también algunas pocas certezas. Luego se nos olvidó la historia reciente demasiado fresca, se nos diluyeron las circunstancias y nadie vio venir el elefante entrando otra vez a la cristalería. Nadie recuerda el devenir que concluyó en el 11 de septiembre de 1973, nadie dirán, que no sea un viejo zonzo, un veterano de guerra incapaz de reinventarse con los nuevos tiempos.
Cuenta la historia, que ellos, los que intervinieron la democracia herida de nuestro país en ese entonces, realizaron un trabajo de buen intento para recuperarla y devolverla fortalecida. Y la migraron justamente de los frágiles tres tercios a una propuesta binominal, que fuera capaz de balancear gobernabilidad y representatividad entre grandes bloques, a la usanza de republicanos y demócratas, laboristas y conservadores o según lo que tenemos a bien llamar, derechas e izquierdas.
Y aquí nos encontramos cincuenta años después, con una historia que no logró tomar distancia de la pizarra para darse a entender objetivamente. Permeando un poder político desprestigiado, fue insertando en el lenguaje palabras nuevas para construir entelequias a la sazón utópicas. Palabras que construyen realidad a través de lo que llaman “relato”. Una sociedad sin clases y un Estado Social de Derechos que antepone las promesas de progreso por sobre los recursos y los esfuerzos para bien lograrlos.
¿No será mejor redescubrir en lo grande e inmenso, como entre el cielo y el suelo nuestras ideas y sentido práctico para crecer en esfuerzo más que en recursos, en eficiencia más que en normativas, en claridad más que en laberintos y en progreso más que en utopías?
¿No será así la vida, una disputa entre amaneceres y despertares, reguladora y custodia de los extravíos? ¿No será así mejor la tensión fiscalizadora propia y de los otros en el afán de un progreso compartido?
Que hay matices, por cierto. Pero la vida ordinaria más bien trata de dar curso a las corrientes más gruesas y elementales, para que las sofisticaciones queden reservadas a detalles de sintonía fina y no a determinaciones de vida o muerte.
Chile se desdibujó a partir del cambio al binominal, cuando dejó de desafiar la ventajosa competencia de los polos opuestos, con sus grados o gradientes, pero siempre en velocidad de avanzar.
Del cielo al suelo, verdad o mentira, blanco o negro, importante o urgente, migramos a los eufemismos llenos de matices incomprensibles y de discusiones vacías de propósito. Que si bien es cierto no es menos cierto, que la palabra empeñada es de anticuario, que “todo pasando” en estos tiempos que ya comienzan a ser pretéritos, mientras la envidia arrecia, lo mismo que la desconexión y la falta de compromiso.
Pueda ser que el resultado de las primarias figure un verdadero regalo, el punto de inflexión para que volvamos a anteponer la palabra empeñada en el gobierno de nuestras propias vidas. Lo dicho, de modo que cada cual gane por mayoría, su libertad para emprender con y ante su prójimo, el mejor futuro de cada día.
Chile de libertad y de talentos que pudieron antes distraer las miradas de muchos. Despiértate nuevamente, para que a partir de mañana tus días mejores no sean cosa de recursos, sino de resolver lo que haremos con ellos.
A partir de mañana, del suelo al cielo.
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