Esa luz

En Valparaíso la hoguera fue despiadada. En un abrir y cerrar de ojos se perdieron numerosas vidas que lloraron mudas sus desesperos. Al alba, en el amanecer que no llegó a tiempo, más de doce mil viviendas mostraron en carne viva sus escombros.

Todavía con los dolores presentes del fuego y sólo un par de días después, Chile interrumpía atónito su trajín tras la muerte inesperada de su ex presidente, Sebastián Piñera Echenique.

Duelo nacional por las dos tragedias.

Febrero estival respiraba desconsuelo. La cuaresma caminaba con una suerte de orfandad de fe, mientras se vivía una desazón inentendible de catarsis colectiva.

Las palabras en la Catedral, reflejaron desnudas esa bondad que siempre es alcanzada por el tiempo que no avisa.

Más tarde sus restos fueron llevados al Parque del Recuerdo y ahí, en la privacidad y acompañamiento de sus más íntimos, lo sepultaron. Sus restos.

En Valparaíso, análogamente, familias enteras miraban atónitas esos pedazos inservibles de viviendas que fueron hogares, en las que trajinaron esperanzas, sentimientos y “existires” que ya no estaban. Se habían desvanecido y ahora sólo se encontraban ahí, desoladoramente, sus restos.

¿Qué mayor evidencia para constatar que la vida no es la materia en la que reside?

Ya no estaba el Presidente, su cuerpo no era él. Ya no estaba. Sólo sus restos fueron sepultados. Sus deudos regresaron a sus hogares reteniendo la vida ida en sus memorias, tal como lo hicieron los voluntarios que desafiaron las llamas incandescentes de Valparaíso, con tantos esfuerzos que ahora yacían depositados en condición de escombros, y no obstante vivos en ellos, latentes.

Pero la cátedra de febrero se encontraba lejos de concluir. Guardaba una sorpresa que ocurrió ya al final de su tiempo.

Fue cuando Andrea Bocelli ingresó al escenario de la Quinta Vergara atestada de público, para robarse por aproximadamente dos horas todos los silencios y las realidades videntes, para regalarnos en buena medida un pedazo de cielo. Ni más ni menos. Una demostración de talento evidente, pero esculpido sin duda a fuerza de voluntad y desvelos, con un repertorio que no bajó nunca de la nota máxima imaginable, en la que las fronteras generacionales se desvanecieron y ni siquiera fueron necesarias las traducciones porque se trataba del lenguaje que describe la belleza.

Era todo constatación palpitante de la vida que se desborda en sí misma, de esa que nos insinúa una vocación perdida, una esperanza que reside en donde la polilla no corroe, ni se desgasta el Reino de la Vida que no es de este mundo.

El hombre recibió las gaviotas encumbrado en su humildad excelsa mientras los músicos y el coro soberbios abrazaban orgullosamente la autoridad de la batuta. El ballet visitó la armonía lírica y todo se hizo perfecto, con inigualables voces de desbordante belleza y la presencia de un hijo joven, de voz melodiosa, y de ojos regalados a su padre.

Febrero quiso esta vez tener veintinueve días y mientras escribo estas líneas por mi ventana el sol se esconde. Va desapareciendo de la faz que guarda todos los restos de nuestra historia. Esfera celeste y solitaria que irrumpe en la nada repleta de mortajas, mientras sus vidas, valga la redundancia, viven en millones de memorias, atisbo de las almas que no saben de espacio ni tiempo.

¿Quo Vadis Creación que habitas en los hombres testigos tu historia?

Para enseñorear la tierra, te valdrás de todas las humanidades, esperando que no confundan autodominio con autonomía, y que ejerzan la libertad de elegir lo que despunta y late, lo que trasciende y ofrece sentido, lo que vale la pena y las lágrimas y las emociones de gastarse hasta dejar meramente los restos, sin una gota de luz no vivida.

¿Qué has querido decirnos?

Sueño o pienso quizás, que en este rincón del mundo nos demandas que Chile despierte. Y nos invitas a reencontrarnos con nuestras vocaciones y a gastarnos en cada persona. Porque Chile somos cada uno de los que lo habitamos, no todos como una masa anónima y sin rostro. Impúlsanos a conquistar nuevamente nuestras propias almas, que mañana amanecerá y seremos testigos de la luz que no muere y que intenta conducirnos siempre hacia la mejor versión de nosotros mismos.

No nos detengamos en los libros sino en sus enseñanzas. No en el prójimo sino en serlo, no en los días sino en vivirlos, no en las oportunidades sino en construirlas, no en los resultados sino en nuestros empeños, no en llegar sino en partir, no en los restos sino en la luz que irradiamos cada día.

 

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