La llama olímpica
No podríamos haber destacado de octubre algo más sorprendente, tanto así que esperamos su clausura. Se quedará indeleble en nuestras memorias, borrando la levedad de tantos otros acontecimientos cegados por su luz. Viajó desde el Olimpo, ese lugar mitológico donde moraban los dioses griegos, para instalarse al sur del mundo. Convocante y presente, llama eterna y justiciera de almas gladiadoras y curtidas de sueños realizados a golpe de incontables sacrificios.
Chile anfitrión, logró hacer caber en la estrechez de sus fronteras y de sus quehaceres, la mirada panamericana y en rigor olímpica. Es vital más que nunca en estos tiempos que ella nos remeza, para que la semilla muera en todos los días venideros y le regale a nuestra tierra frutos abundantes de bronce, plata y oro.
Algunas lecciones:
La historia cuenta.
Chile se adjudicó ser sede de los Juegos Panamericanos Santiago 2023 en noviembre de 2017, hace ya seis años. Y su envión venía de antes por supuesto, cuando tras haber organizado los Juegos Suramericanos ODESUR en 2014, sus anhelos despertaron sueños más altos. Entonces, en la jornada inaugural, imposible que no hubieran sido sus abanderados, verdaderos créditos de la experiencia y los relevos de tantos memorables recuerdos, en muchos casos con sus canas y surcos de piel, atestiguando las epopeyas vivas de las luces de antaño. No fue retroceder sino más bien constatar que los tiempos existen indivisibles, sin saber de pasados, presentes y futuros, puesto que no representan goteras. La vida en efecto no sabe de horas fragmentadas, porque es leve pero eterna.
Los sueños son cuestión de historias enteras. Porque al igual que los países y que las vidas mismas de cada pedazo de humanidad, las generaciones son nuestros antepasados que habitan en eso que llamamos “cultura”. Los Juegos Panamericanos 2023, utilizaron como plataforma su historia y la miraron desde las gradas, palpitante y despierta, respetada y admirada, puesto que sin ella no seríamos hoy.
Nadie sobra.
Siempre el público superó en número a los atletas y no obstante, el bien común no se sintió amenazado por la gloria de los mejores. Al revés, fueron a verlos. Les arrojaron laureles a su paso y reconocieron en sus propias vertientes, carros de fuego. Los atletas por su parte, recibieron esos aplausos capaces de sellar el triunfo con valor verdadero. Porque ellos al fin no se mueven por una presea que no admiren los otros, sino por aquella que regalándoles vítores, las validen los testigos presentes.
Panamericanos 2023, pléyade incontable de virtudes diversas. ¿Cómo entender el bien común en el universo vasto de los talentos? Cada deporte imposible de compararse sino en la excelencia de su propio ámbito.
Ama a tu prójimo como a ti mismo, pudiera ser la ecuación factible para unir la excelencia con la admiración y los aplausos. Ni más ni menos, los mejores necesitaron de todos y cada parte de ese todo de las historias ejemplares, imitables en sus propias realidades. Cruzar la meta no es cuestión de derechos sino de esfuerzos, tesón y propósito. Y cada cual encontrará a su debido tiempo, siempre, su exigencia propositiva, su capacidad de hacer la diferencia y sacar de sí mismo su mejor versión. Habrá bronce, plata y en algunos casos, oro. Público o atleta, la vida se encargará de sorprendernos como protagonistas, para que la vistamos quizás tan solo con un buen gesto, un aplauso, una mirada introspectiva y en otras tantas, con la reciedumbre que se requiere para cruzar nuestras importantes metas.
La casa de todos.
Llegar al Estadio Nacional daba orgullo. Su carpeta nueva, como pulcra extensión del Metro afluente a sus dominios. La Villa Olímpica, la Natación. El Estadio Mario Recordón irreconocible. Un ambiente de respeto flotaba en el Chile de fiesta. ¡Pero si era el mismo de todos los días! Respiramos unidad, una fraternidad que se echaba de menos, tanto que casi no nos atrevíamos a comentar, acerca de esa Patria que todavía vive y que está esperando volver a despertar.
Sería todo un sueño hecho realidad, que extendiéramos el modo “Panamericanos” y que la llama olímpica la mantuviéramos en nuestros corazones y en nuestras cabezas como lenguas de fuego. Más rápido, más alto, más lejos, y que nuestras brechas reales fueran convocadas y nos dispusiéramos a ganar desde nuestras propias realidades, bronce, plata y oro.
Cero listas de espera, eliminación de los gastos mal utilizados, foco en la paz cívica y recuperación moral. Emparejar la cancha, no para relajarnos, sino para desafiar lo mejor de nosotros mismos.
Nada es imposible. Gracias noviembre por esperarnos hasta que los Panamericanos 2023 culminaran y se abrieran los turnos de los imposibles.
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