Mañana
El tiempo -le dijo el contertulio a su amigo- es un concepto tenaz pero a la vez escurridizo. Es en efecto, por una parte, esa implacable dictadura como lo refiere García Márquez, impasible y constante, entrenada para llegar finalmente a hacerse presente. No hay plazo que no se cumpla. Pero también, el tiempo es a veces como una ráfaga escurridiza. Es entonces contradictorio a su latido constante y se hace realidad de una manera que sorprende. Bueno, llegó el día. Todos lo sabíamos. No es antojadizo que frases como las precedentes, nos resuenen ante sucesos advertidos, que no obstante al momento de ocurrir, delatan esa parte que no pudimos anticipar para el día en que ese tiempo llegó “de un de repente”.
Mañana se nos viene la elección presidencial y nos encontraremos por la tarde revisando los pormenores, sobreexcitados con las noticias y los rearmes de los espacios de poder. Tan de pronto que se nos instaló el devenir y el tiempo tan callando.
Lo paradojal es que los próximos cuatro años serán (producto de esta dicotomía del tiempo), un largo pero al final sorprendente abrir y cerrar de ojos. Cuántos sucesos sobrevinientes desconocemos y cuántos otros quedarán como estatuas de sal, petrificados cual esbozos en un programa que apenas podremos recordar. ¿No se nos va algo así, la vida misma?
Cuatro años son casi la segunda guerra mundial entera, pero también se bastan a modo de ejemplo, en esa idea postergada que alguien viene meditando año tras año de tan solo aprender inglés. Cuatro años pueden ser el barrio que está irreconocible, ese río que se secó, el Instituto Nacional que se quedó sin patines y Baquedano. Tan entre gallos y media noche que se fueron él y el soldado desconocido, a un nuevo desierto de olvido.
¿Servirán acaso para hacer futuro los programas de gobierno? ¿Serán válidos como cartas de navegación, en un mar desconocido y del que sabemos que su viento sopla cuándo y dónde quiere?
Esta paradoja tan de empresa, no se escapa de obra humana alguna. Que no se nos ocurra seguir soñando con ser Noruega o Nueva Zelanda, a la vez que decretando una revolución de utopías. De ser así, la historia se encargará de arrojarnos de bruces a la realidad que nos corresponda, con nuestros sueños y frustraciones, para reencontrarnos con afanes más simples y mejores.
Mire que cuatro años son la infancia del “Bayron” sumergido en su pobreza orgánica. Que son los oídos sordos de un Derecho tardío, que intenta escribir los actos humanos, en vez de normar sólo los esenciales con trabajada sencillez.
Crecimiento, rentabilidad, sustentación. Qué lejos estamos de lograr alcanzar el diálogo debido entre la inmediatez y la mirada que ofrece el horizonte. Quizás sea porque de la vida detenida de la calle del pueblo pasamos demasiado rápido a la revolución digital que nos dejó en “vistos”.
El contertulio está preocupado porque me dice que la democracia está en crisis. Piensa que se debiera modernizar para retomar los pulsos correctos de la vida. No cree en los programas mesiánicos, sino más bien en la libertad con sus correspondientes rendiciones de cuentas y con sus acuerdos mínimos. Cree también en las esperanzas firmes construidas con sentido real de futuro. Le pregunto qué me quiere decir con eso de “sentido real de futuro” y me invita a subir el cerro Pochoco para responderme desde esa perspectiva. Y lo acompaño y en la cumbre vemos el maravilloso horizonte.
-Estará ahí cuando hayamos partido- me dice. Estará ahí, inspirando a los que vengan, más que negándose para que ellos se vean forzados a dibujar esperanzas inexistentes.
Descendemos en silencio y voy pensando en lo singulares que somos. En cuántas iniciativas se enredan en nombre del bien común, sin darnos cuenta que éste no existe, sino como el resultado de las innumerables realidades que requieren de cada persona, para ser en los otros, eso.
Mientras bajamos, le agradezco al contertulio por ese horizonte que lejos de sustituirnos, ha enriquecido nuestro propósito de escala humana en apreciado subsidio. Tanto por hacer pienso y tan al alcance de nuestras manos, en tanto nos iluminen los liderazgos aterrizados y la cancha se nos muestre abierta a nuestros mejores intentos.
¿Logrará Chile en estos próximos cuatro años su mayoría de edad? Ojalá mañana lo comencemos a saber.
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