Octubrismo

“Internado, tus hijos te brindan, pues te deben cultura y virtud, lo que es flor de hidalguía en las almas: gratitud, gratitud, gratitud”.

¿Qué será lo que el tiempo se ha propuesto con nuestro querido Chile? ¿Qué de inmediatez que no da tregua a la memoria ni esperanzas al futuro?

El homenaje a los jóvenes de la revuelta en el Ex Congreso Nacional, es ya cosa de un pasado que se nos hace borroso. Lo recordamos como un suceso cubierto entonces por el periodismo, en una suerte de clandestinidad cómoda para esos días. Aplausos coexistiendo ante las heridas del Metro de Santiago, orgullo de progreso con sus estaciones avasalladas por manos expertas, nada de casuales, ni de turbas ignorantes de sus tareas precisas.

Transitar en estos días por Plaza Baquedano resulta una suerte de realidad suspendida.

Tiempo rápido el reciente, ese al que se le quedó el micrófono abierto desde el caso audios en adelante, exponiendo las redes del poder al desnudo y a vista y paciencia de la opinión pública.

Han sido ya cinco largos años efímeros, de refundaciones frágiles, de banderas irreconocibles, de lenguajes inclusivos y palabras nuevas, de realidades sorpresivas que lo cambiaron todo. Se veía venir pero al parecer, si fuera cierto lo dicho, todavía no ha llegado eso que no vimos venir. Y todo enredado aún más por una agenda 2030 que viene de los aires de un gobierno mundial, instruyendo en sus actos un orden mesiánico desde un domicilio sin rostros claros y menos transparentes.

Pero octubre no tuvo la culpa. En su existir ocurre que se le acabó el tiempo, esta vez en una especie de taquipsiquia que le impide recuento alguno.

Estas páginas no quieren caer en el hastío ni en la desesperanza. Siempre hemos intentado empujar pensamientos que ofrezcan luces y que inspiren, que dejen al término una reflexión de acopio, de “bonus” por lo vivido y de ahorro para lo que comienza.

Duelen más entonces en la cuenta de octubre, los treinta y cinco alumnos del Instituto Nacional Barros Arana, accidentados por manipular una bomba molotov en los baños del establecimiento. Arden las penas por todos y se extreman en los cinco casos que se encuentran con peligro de muerte.

Resultan insólitas las declaraciones de su Directora al señalar que se trataría de un hecho aislado. Sorprenden los apoyos de padres y apoderados que han respaldado a sus hijos en sus acciones tan desquiciadas. Sorprenden los Carabineros levantando la información en el lugar de los hechos, de un incendio cuyos probables remitentes serían ellos.

Arden estos acontecimientos, tanto como ver los corazones de niños soldados del narco que nacieron hace diez años. Y caer en la cuenta que el mundo que conocen y se explican, fue siempre, in crescendo, el de las balas locas de esos guetos poblacionales donde no puede entrar cualquiera. Sueñan ser algún día los cabecillas del narco. Se sienten importantes y queridos. Tienen rabia, mirada perdida, presente de cárcel y fuerza. Viveza.

“Internado, tus hijos te brindan, pues te deben cultura y virtud, lo que es flor de hidalguía en las almas: gratitud, gratitud, gratitud”.

Con letra de Amador Alcayaga y música de Pedro Núñez Navarrete, así versa el coro del himno del Instituto Nacional Barros Arana. El INBA. Así lo cantaron sin lugar a dudas algunos de sus más famosos alumnos y profesores, como Patricio Aylwin y Nicanor Parra.

Fundado el 20 de mayo de 1902, nuestros antecesores nos dejaron en herencia (como tantos otros legados encomiables) el INBA para la patria en curso, la misma de sus gestas de independencia, de Prat, Cochrane, O’Higgins y Balmaceda, de Gabriela Mistral y las madres generosas de nuestra tierra, de bandera y sueños, de un futuro que le resultara mejor a las generaciones siguientes.

Gratitud, gratitud, gratitud.

Estoy aquí porque alguien se fregó el lomo por mí, dijo recientemente y se lo he escuchado más de una vez, el Cardenal Fernando Chomalí.

¿Qué padres desearían para sus hijos menos de lo que fueron ellos? ¿En felicidad, realización, amor y vida recta por cierto?

Gratitud, gratitud, gratitud.

El octubrismo ha comenzado a develar sus cruces ya con heridas extremadamente abiertas e impactantes.

Tal como resulta imposible entender un Cristo sin Cruz, que estos signos nos den luces de una patria ardiente, y reaccionemos a tiempo. Con foco en los niños, en la salud, en el esfuerzo y no en la parafernalia. Sólo con riquezas que provengan del esfuerzo, la palabra empeñada y la verdad, comenzando siempre y cada día de nuevo, por nosotros mismos.

 

Panel Consultores