Diario Pulso nos publicó esta columna de opinión el 17 de agosto de 2015. Hoy la reeditamos en mérito de los tiempos que corren.
Traer el futuro al presente
La economía se mueve en base a las expectativas. Cuando el futuro ofrece pronósticos de buen tiempo, nos atrevemos a iniciar emprendimientos, a tomar riesgos, invertir, contratar gente, independizarnos, capitalizar. Al revés, cuando se aparecen nubarrones en el horizonte del futuro, optamos por sacrificar incluso parte del mismo, en beneficio de recoger las ganancias en el presente.
Las expectativas nos mueven en un continuo balance entre crecimiento, rentabilidad y sustentación. Y los ajustes los hacemos generalmente en ese orden. El crecimiento es extraordinariamente sensible a la realidad económica de corto plazo, de manera que lo primero que se resiente son las ventas. Periodos expansivos, ventas altas. Periodos contractivos, caída en las ventas.
Un poco menos sensible a los vaivenes de corto plazo, pero muy de la mano con el crecimiento, la rentabilidad suele verse afectada con alguna mayor demora. Mover la rentabilidad implica introducir o perder en forma sostenida una cierta eficiencia.
Así, entre crecimiento y rentabilidad, las empresas se debaten ante las expectativas futuras. Cómo defender la venta sacrificando rentabilidad o bien cómo defender la rentabilidad sacrificando ventas. Mejor, cómo crecer en ambas.
Mucho más lejos en la perspectiva del tiempo, suele instalarse la discusión en orden a la sustentabilidad del emprendimiento. Aquello que sólo tiene impacto en el mediano o largo plazo. La sustentabilidad es la más etérea de las fuerzas con las que nos hacemos del futuro. Nos demoramos catorce años en estudiar para recién cumplir con los requisitos que se nos exigen para el ingreso a la educación superior. En las empresas, equivalentemente, la “curva de experiencia” o “know how” demora años en construirse.
La sostenibilidad se fabrica mediante deseconomías relevantes, pero también producto de la acumulación de innumerables desvelos que van conformando una inversión capaz de hacer trascender. La formación constante de valores, el compromiso sobre la palabra empeñada, el potencial de sucesión generacional. Todos esos son factores que viven siendo amenazados por las conveniencias o amenazas del corto plazo.
Hoy se vislumbran en el horizonte tiempos un tanto turbulentos y es recomendable que pensemos en lo señalado precedentemente. Ojalá tengamos la fuerza necesaria para ir contra ciclo, al menos en una parte sensata de la realidad, de manera que no ajustemos aquellos aspectos que puedan poner en riesgo la sustentabilidad futura de la empresa. Que no tomemos medidas que sean pan para hoy y hambre para mañana.
Las expectativas tienen asidero. No se trata de ignorarlas. Pero la pregunta es cómo asumirlas, cómo actuar ante ellas, de manera que no se tomen el gobierno de nuestros emprendimientos.
En orden a las expectativas, otro aspecto relevante dice relación con el foco de nuestra mirada. Es más fácil mirar hacia afuera que hacia el interior de nosotros mismos. Pareciera ser que las oportunidades y las amenazas de nuestro entorno, fueran más protagonistas del futuro que nuestras propias fortalezas y debilidades. La paradoja es que lo que está a nuestro alcance es aquello sobre lo que podemos realmente intervenir. Ojalá que no perdamos tiempo distraídos por los nubarrones y que por el contrario nos anticipemos a preparar nuestras propias velas, firmes los aparejos y decidido el rumbo hacia lo que sabemos hacer.
En una economía contrayéndose, dependerá de nosotros, cuánto se desacelere nuestro servicio, nuestro afán, nuestro optimismo, nuestra cultura de mejora continua, nuestro aprecio por la meritocracia, nuestra capacidad de reconocer el trabajo bien hecho. Puede ser que aprovechando las ráfagas del mal tiempo convirtamos las amenazas en oportunidades. Redoblar la dedicación y la actitud frente a los escenarios adversos y hacerlo con inteligencia, eso siempre tendrá recompensa. Recibamos al mal tiempo con realismo pero también con buena cara. Al hacerlo, es factible que agreguemos al crecimiento y a la rentabilidad, una fuerza grande que nos hará sustentables, verdaderamente sustentables. Y como se trata de expectativas, si el escenario futuro no es tan malo o incluso es bueno, tanto mejor. Ese futuro nos sorprenderá con nuestras lámparas encendidas y bien despiertos.
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